Bendito cada nombre que ha sido designado, el peso de la historia, el respeto ganado.
Maldito sean los recuerdos dolorosos, maldita la impotencia y la injusticia que vivimos, el volvernos a casa cada uno por su lado, las finales jugadas, el quedar en el camino.
Bendita la anestesia general a los dolores, las tristezas que curamos con abrazos, las gargantas que se rompen por los goles, el sentirnos los mejores por un rato.
Maldito los sorteos y los grupos de la muerte. Maldito los mezquinos que juegan sin poesía, los que pegan, los que envidian, los que rompen y lastiman.
Bendito sea el orgullo con el que entramos a la cancha, el potrero y la pelota no se mancha. La TV que repite la gambeta, inflar las redes de los otros, inflar los pechos de los nuestro, merecer la camiseta, las mujeres siguiendo los partidos, bendita las cábalas que dan resultado, las risas y el llanto que guardaremos tanto y bendito ese momento que nos regala el fútbol de poder cambiar nuestro destino y sentir otra vez y frente al mundo lo glorioso lo groso de ser hincha cruzado
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